lunes, 1 de diciembre de 2008

Pensamiento y espíritu

A grandes rasgos; intentando discernir entre pensamiento y espíritu, al concepto que se le da a cada una de estas palabras. El pensamiento no es único en todas las personas. El pensamiento es producto de la neurona cerebral, más aun, de las interconexiones neuronales. El cerebro humano tiene aproximadamente cien millones de neuronas, y más de cien mil millones de interconexiones entre ellas, llamados axones. Cada individuo es único irrepetible, somos producto del medio que nos circunda, de nuestro “yo” y las circunstancias, muy importante es la cultura, nuestro pensamiento en particular, en Occidente, es producto de la cultura judeocristiana, es diferente de la budista, de la mahometana, etc. El pensamiento desde un rigor científico, es una energía que proviene de las neuronas en un sistema nervioso central neurovegetativo complejo, descubierto por nuestro Premio Nobel de Medicina, Santiago Ramón y Cajal, (Histología). Sin olvidar nuestra carga genética que llevamos en el núcleo de nuestras células, cromosomas, llamadas moléculas de la vida.
La conciencia que tenemos de las cosas, es algo aparte, no nos viene dada de antemano, la vamos adquiriendo en el devenir de nuestras vidas, producto de las relaciones con nuestro prójimo en un medio dado. El espíritu, alma, aliento, soplo divino (llámeselo como quiera), es inmaterial, filosóficamente hablando es un absurdo, leyendas, parábolas, metáforas. Está demostrado que hay materia con espíritu, los seres humanos la tenemos, pero está por demostrar que haya espíritu sin materia. La teología que conocemos, bien claro lo dice, el alma, el espíritu, es inmaterial, y cómo lo explican los teólogos, a base de racionamientos metafísicos, algo que está más allá de la física. Todos los seres humanos estamos de acuerdo de que no somos divinos, que somos mortales e imperfectos, pero factibles en el cambio, con capacidad de evolucionar a mejor, eso es la grandeza del humanismo, lo demás, es perderse en la transcendencia, en una miseria espiritual, ponerse de espaldas, enajenarse en lo que nos concierne en nuestra esencia humana, de la realidad que nos rodea.
Tanto el pensamiento como el espíritu, nace y muere con nosotros, para ser más exacto, se extinguen. Resumiendo; todas estás fantasías que están en nuestras cabezas, es un reflejo de nuestro subjetivismo, no es algo objetivo. Los mitos han hecho historia, se han necesitado para que el hombre tuviera un referente que les sacara de las cavernas, de la ignorancia. Las teorías transcendentales seguirán persistiendo en lo que los seres humanos tengan miedo a lo desconocido, y lo que es más penoso, sigan divorciados de su otro “yo” natural, nuestros semejantes.

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