martes, 1 de junio de 2010

Si nos ponemos a reflexionar sobre la sociedad capitalista, desde el punto de vista del instinto social, nuestro sentido común nos dirá que el capitalismo es un régimen social injusto. Como todos sabemos esta sociedad lleva implícito en sí, en su naturaleza, las desigualdades, las injusticias sociales, etcétera. Pero si nos hacemos la misma pregunta desde otro nivel cuantitativo, como puede ser el instinto individual, y si esta persona que se hace la pregunta tiene una posición o función social privilegiada, en su reflexión como individual se contestará que en esta sociedad le va bien y por lo tanto para él es el mejor de los mundos posibles. Esta forma de pensar le lleva a dos respuestas antagónicas, desde el instinto social el capitalismo es malo e injusto y desde el instinto individual es bueno. Cómo se resuelve esta contradicción.
Este sujeto, desee su individualismo acomodado, se encuentra con que frente a él existen semejantes que no participan de los mismos privilegios o derechos, llámense, económicos, sociales y culturales. Según la ley de los contrarios, o sistema filosófico de Hegel, el sujeto en cuestión se transforma en tesis: el ser; su semejante, en antítesis: el no ser; este silogismo se resuelve en la premisa síntesis: llegar a ser.
La síntesis como premisa en un grado superior cualitativo disuelve el antagonismo de unidad de contrarios y a estos individuos que un principio estaban separados en su esencia humana, motivados por una falsa conciencia de sus realidades, salen de su abstracción para convertirse en algo concreto, en seres objetivado. El instinto individual queda realizado, dentro y no fuera del instinto social, verdadera conciencia, cumpliéndose la máxima de pasar del reino de la necesidad al reino de la libertad. La dialéctica, como ciencia filosófica, nos ayuda a comprender la realidad inmediata para así poder transformarla.