sábado, 1 de noviembre de 2008

Actitud ejemplar hacia el animal

Hace unos días observé a los niños y niñas del barrio donde yo vivo, que estaban jugando, con edades comprendidas entre 8 y 10 años. De pronto apareció un perro vagabundo, típico animal abandonado producto de la sociedad de consumo, de usar y tirar. Los niños al verlo dejaron de jugar y se fueron hacia él, el perro con gran mansedumbre movía el rabo entre el “temor” y el “agradecimiento”, los críos se pusieron acariciarle, hacerle carantoñas, y a ofrecerle parte de sus meriendas, acto seguido le dejaron que siguiera su camino y se pusieron otra vez a jugar. Esta escena me hizo reflexionar, llevándome a pensar de qué los niños más que ofrecer al perro su cariño le ofrecieron su respeto, o una mezcla de ambas cosas. Cariño y respeto son dos cualidades que se deben diferenciar. Me dio la sensación de que los niños y niñas tuvieron esa intuición. El cariño sólo se debe de ofrecer a nuestros semejantes, a todo ser humano. A los animales más que quererles hay que respetarles, aunque sean animales de compañía. Estoy casi seguro, que si se les pudiera preguntar a los animales qué prefieren, que se les quiera o que se les respete; contestarían sin duda que se les respete como animales y seres vivos que son, con su particular especie, en su espacio vital. Pues el cariño no deja de ser un sentimiento específicamente humano. Mientras que el respeto es un concepto que se adapta a la universalidad de las cosas.
Soy consciente de que hay muchos niños que obran de la misma manera. Pero particularmente me siento orgulloso de los peques de mi barrio que se comportaron con gran sensibilidad. Como verdaderos niños maduros.

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